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Recordando a José Miguel Santibáñez Allendes



Esta vez quise escribir algo distinto en nuestro Blog, todo esto para recordar a nuestro Socio y Amigo José Miguel ya que hoy 7 de noviembre se cumple un año de su partida.


En esa ocasión escribí para él estas sentidas palabras que invito a recordar: https://www.gestionenti.com/post/una-afectuosa-despedida-a-un-gran-amigo-y-un-gigantesco-informático


Ahora bien, dentro de las muchas actividades que hicimos desde el año 1997, cuando lo conocí, estuvo mi rol de “Revisor Voluntario” de sus publicaciones en el Blog www.abe.cl En esta ocasión les comparto un artículo que tuve el honor de revisar hace dos años atrás pero que todavía está plenamente vigente.


Recordarlo a través de la faceta de divulgador me parece un justo homenaje hacia él.


¿Qué es un Algoritmo? por José Miguel Santibáñez Allendes, Docente Universitario y Editor del Blog https://abe.cl


En medio de la era digital, se supone que la palabra “algoritmo” es conocida y entendida por todos, sin embargo, un par de casos prácticos demuestran que no es así.


Un algoritmo es una forma de hacer las cosas, un conjunto de instrucciones que definen cómo hacer y junto a ello, qué se necesita para hacer. El ejemplo más conocido, es el de las recetas de cocina. Indican los implementos (ollas, etc.) los materiales (un kilo de …) y la forma de unir y cocinar los ingredientes (tome el menjunje y …)


Es importante porque ayuda a aprender a hacer las cosas (por ejemplo, explicarle a un niño como cepillarse los dientes), ayuda a repetir el proceso de manera similar (y por eso aún tenemos las recetas de las abuelas, que ellas recibieron de generaciones anteriores) y permite validar el algoritmo en sí y, si es necesario, corregirlo para siguientes aplicaciones. En otras palabras, el algoritmo sistematiza la forma de lograr un resultado.


Lo contrario a un algoritmo, es azar o simple e inefable voluntad del que (o quienes) debe hacer cumplir el resultado. Eventualmente puede lograr un resultado igual o incluso mejor que un algoritmo, pero al no estar sistematizado, no es auditable ni mejorable. Sin embargo, se puede aprender de los expertos (quienes logran buenos resultado) e intentar sistematizar los que ellos saben. Pero para eso, hay que definir muy claramente cuándo y cómo un resultado es mejor que otro.


Hay que entender que un algoritmo no es una panacea. Resuelve un problema, y lo hace de una manera determinada. Para ejemplos, hay algoritmos como el del SAE (Sistema de Admisión Escolar) o el de Chilecracia.org (preferencias ciudadanas).


En el caso del SAE, define a qué estudiantes se asignarán las matrículas en los colegios municipales. Tiene algunos criterios definidos, por ejemplo, el mantener juntos a los hermanos (claro que hay que saber cómo se indica dicha situación), el mantener una continuidad (que alguien que está estudiando en un colegio, siga allí), reducir la distancia de transporte (reducir distancia), etc. Y por supuesto, no asignar más estudiantes que cupos definidos.


En el caso de chilecracia.org, se utilizó un algoritmo denominado TrueSkill que funciona de manera similar al mecanismo para ranquear a los ajedrecistas, preguntando de a pares de propuestas, cual es la que más le interesa al usuario (pueden no ser mutuamente excluyentes, pueden parecer no tener mucho sentido, pero es útil para hacer un ranking de lo que más interesa a los participantes). Luego agregaron dos algoritmos más (Win Percentage y Eigenvector) para disponer de una comparación de resultados. La explicación completa está en: https://chilecracia.org/acerca


Sin embargo, y ya se dijo, los algoritmos no son panacea. Se corrigen y se ajustan en la medida que se les advierte algún fallo o posible mejora, e incluso se cambian si la definición de “buen resultado” es diferente. Pero por sobre todo, nunca se debe esperar que un algoritmo resuelva un problema para el que no fue creado o adaptado.


En redes sociales hemos visto mucha discusión contra el SAE, principalmente porque el algoritmo, luego de usar los criterios básicos (parentesco, distancia) aplica una selección al azar para definir quienes terminan de completar las vacantes. Quienes discrepan, creen que se debe usar otros criterios (por ejemplo, resultados académicos) y quienes están a favor, creen que el mérito académico de un escolar (sobre todo en los primeros niveles) no es propio del estudiante, sino de la familia. La discusión, entonces, parte por un problema de definiciones, que una vez concluido, debiera traspasarse al algoritmo en sí. O buscar si existe un mejor mecanismo para asignar cupos cuando la demanda supera con creces a la oferta. En todo caso, si hay 100 interesados en 30 cupos, sin importar como se haga la asignación, habrá un 70% de casos “defraudados” por no haber conseguido el ansiado cupo.


Chilecracia.org, surgió como una idea de intentar sistematizar la necesidad de priorizar las demandas sociales que han marcado el actual estallido social. Según se entiende, las propias demandas están constantemente en proceso de actualización (¿tiene sentido seguir preguntado si es importante un cambio de gabinete? O ¿se debe agregar “No+Tag” a las demandas sociales?) y son muchas, múltiples, variadas, algunas incluyentes y otras excluyentes. Por lo que se utilizó un algoritmo de ranking que, si se aplicara a un gran porcentaje de la sociedad, nos ayudaría a establecer una tendencia (no mucho más que eso) pero en ningún caso a organizar la “agenda social”. De hecho, las redes sociales son una mala herramienta para priorizar la agenda. Son una buena herramienta para notar que hay temas presentes, temas que importan, temas que son necesarios. Pero la priorización, en función de redes sociales, no es factible. No sólo representan a una parte muy específica de la población, también son adulterables al permitir que cualquiera, sin mayor validación, participe de la votación. Los creadores de Chilecracia.org lo saben y así lo declaran (poco les falta para decir que es un experimento social, para ver que tan bien pueden interpretar a la sociedad, una vez que un proceso sistematizado, permita hacer una buena definición de prioridades).


Antes del SAE, los colegios seleccionaban estudiantes, así hacían pensar que a los que no quedaron, les pasó porque ellos o sus familias fallaron. La gran mayoría de los que hoy participan del estallido social, fueron seleccionados bajo esas características, traspasándoles a ellos “la culpa” de no obtener una “mejor” educación. Con el SAE no debiera haber culpa, es una simple selección aleatoria. Y lo que demuestra el SAE, es que hay que mejorar la educación de los establecimientos restantes.


Antes de Chilecracia.org, había un largo listado de demandas sociales, cuya “prioridad” era “descubierta” por los actores sociales (gobierno, políticos, etc.) muchos de los cuales declaran nunca haber notado la posibilidad de un estallido como el actual. Con Chilecracia.org, el definir la prioridad sigue funcionando de la misma manera, pero al menos se comparte la existencia de variadas demandas sociales que, de alguna forma hay que incluir en la “agenda social”.


Es posible que necesitemos (y que se posible disponer) de mejores algoritmos. Pero para ello, antes que nada, debemos definir cuál es el resultado deseado y cómo evaluamos cuan bueno es dicho resultado. Y para eso, también tenemos que incluir dichos aspectos en nuestra manoseada “agenda social”.

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